jueves, 30 de octubre de 2008

In memoriam

Publicado en la sección Cartas al Director de "El Día de Córdoba" el 26/08/2006
Después de 70 años es muy difícil encajar las piezas de la memoria, más cuando quienes podrían ayudar a configurar las distintas piezas del puzzle ya no están presentes para contarnos sus recuerdos, y cuando los pocos que tú aún conservas o intentas conservar, los has ido elaborando con ayuda de los testimonios de otros.

La madrugada de del 29 al 30 de Agosto se cumplen 70 años de la muerte de mi abuelo, Antonino Sanz Toscano, maestro. Asesinado en Posadas (Córdoba) junto a otros paisanos, pocas cosas nos van quedando de él en la memoria, sobre todo después de la muerte de mi abuela, aunque a ella le resultaba muy doloroso hablar del tema, y teniendo en cuenta que mi padre contaba con tan sólo seis meses de vida en esas fechas.

Pero, aunque son pocas las que aún conservamos, nos ayudan a evitar el olvido. Nos queda un nicho en el que tras largo tiempo mi abuela, Josefa Hidalgo, dio digna sepultura a su marido, tras rescatarlo de una fosa común, y, difícilmente, poder reconocer sus restos. Un nicho que comparte con un médico, que corrió su misma suerte, del que nadie, sólo ella, quiso hacerse cargo.

Nos quedan fotos, antiguas, con su imagen, en las que adivinamos sus ademanes, sus gestos, sus risas y sus esperanzas. También nos un queda un anillo, que hoy luce mi padre, y que “gracias” a alguien conocido entre sus verdugos pudo hacer llegar a su esposa cuando fue consciente de lo que le iba a ocurrir.

Y, además de llevar su nombre, a mi me queda el recuerdo de esas tardes en las que me sentaba junto a mi abuela, y veía el amor que emanaba de su ojos, cuando me hablaba de aquel hombre de 26 años, muy delgado, elegante, alegre culto, leal, inteligente, cariñoso, comprometido, noble, al que amaba con locura y que la correspondía con la misma intensidad, con el que compartía sueños, anhelos y esperanzas, que el tiempo destruyó.

Ese hombre que, delante de sus seres más queridos, fue sacado de un coche a empujones, humillado, conducido a unos calabozos, y, sin juicio, sin defensa, sin, ni siquiera, condena, fue asesinado y, una vez muerto, vuelto a humillar, dejado en una fosa común, de donde, como dije, pudo ser recuperado.

Nadie, evidentemente, pidió, ha pedido o pedirá perdón por aquello, incluso, hubo momentos que parecía, más bien, que debía ser al contrario. Y ahora, después de 70 años, lo único que, deseamos es poder conservar los recuerdos, evitar que se pierdan. No pretendemos, a estas alturas, escribir la Historia, lo que no queremos es que se olvide nuestra historia y se haga justicia a nuestra memoria. Antonino Sanz Toscano, in memoriam, en nuestra memoria.

Fdo: Antonino Sanz Matencio

1 comentario:

Carmela dijo...

Conmovedora historia de vida.
Testimonio vivo .
Sirve para mantener despierta la memoria .
Que no se nos olviden los crímenes , las injusticias y los exilios inmerecidos.