viernes, 31 de octubre de 2008

Me llamo Antonino Sanz Toscano, soy maestro.

Me llamo Antonino Sanz Toscano, soy maestro, casado y padre de dos hijos. Nací en Posadas (Córdoba). Hijo de una familia comerciante proveniente de Soria, tuve la posibilidad de estudiar magisterio.

Antes incluso de acabar la carrera en Sevilla, ya era maestro en prácticas en una escuela del barrio de Triana. Cuando culminé los estudios fui a trabajar a Carmona ya como maestro, hasta que el 29 de Febrero de 1936, fecha del nacimiento de mis mellizos, tomé posesión como maestro en una escuela pública Sevilla

Aunque nací en 1911, tengo 25 años. Es la edad en la que se paró mi vida. En realidad no se paró sola, la pararon.

En la madrugada del 29 al 30 de Agosto de 1936 fui asesinado. No tuve derecho a un juicio justo, ni siquiera a un simple juicio. Nadie que pudiera defenderme o refutar cualquier acusación. Antes, muchísimo antes, de ser separado de los míos ya estaba condenado a muerte. Y me mataron.

Pero primero me humillaron, me maltrataron y ultrajaron. Luego me pegaron tres tiros. Después, volvieron a ultrajar mi cadáver. Finalmente me metieron en un agujero con otros compañeros de destino y nos enterraron. Tenía una esposa, dos hijos y mi madre. La vida por delante y la pasión de enseñar.

Cinco años más tarde, en 1941 por necesidades del Ayuntamiento, se abrió la fosa común. Nuestros familiares pudieron sacarnos de allí. Buscar similitudes entre el recuerdo y una fría calavera no debe ser un plato de buen gusto.

A pesar del tiempo, todavía se podía encontrar un trozo de tela, un botón, un pañuelo, algo, un indicio que removiera la sangre de los tuyos y te ligara a tu pasado, sacándote de ese agujero. Algo que te dé un nombre y descanso. Algunos cuerpos, por miedo, no fueron recogidos, otros por desprecio y otros por imposibilidad para ser identificados.

Tuvimos suerte, reconocieron mis restos. Hoy estoy enterrado con dos más, como dice el acta de enterramiento. Uno es mi amigo el doctor Alfredo Herrera Siles. De los restos del otro compañero que comparte nicho con nosotros no se pudo saber nada.

Sin embargo, lo peor estaba por venir. Durante 40 años se nos continuó humillando, a nosotros y a nuestro recuerdo. Deformando nuestra historia, nuestro pasado y el momento y objeto de nuestra muerte.

Lo más triste, además, es que la represión no acabó con nuestra muerte. Detrás de cada uno de nosotros estaba nuestra familia, nuestros seres queridos, que durante esos mismos 40 años, día tras día, padecieron el desprecio y la humillación. La muerte en vida.

Nos mataron e intentaron hacer desaparecer nuestro recuerdo. Cualquiera que hablara bien de nosotros o nos defendiera era elevado automáticamente a la categoría de sospechoso. Además de borrarnos físicamente, pretendieron eliminarnos emocionalmente. Lamentablemente, en algunos casos lo han conseguido.

Mirar a uno u otro lado, cerciorarse de que no hay ojos u oídos al acecho. Hablar poco y bajito. Sólo un escondido recuerdo, que desaparece con su dueño. El Olvido.

¿Señora, cómo enviudó?¿De qué murió tu padre?¿ese no era tu cuñado?¿tú estabas en su tertulia?¿erais amigos? Perseguir a los nuestros. Si cabe, humillarnos más al humillarles y humillarles, sin duda, al humillarnos. Alguno no pudo soportarlo y se distanció, llegando a renegar de nosotros. Otros callaron, pero no nos olvidaron.

Cuando llega la democracia a España se nos olvidó por segunda vez. Todos debían ceder en algo y entregaron nuestro recuerdo. Los verdugos se igualaron a las victimas, y para no ensalzar a unos nos dejaron a nosotros en el camino.

Aquellos a los que obligaron a callar, apenas hablaban. Contar todo por lo que habían pasado era todavía un trauma. Si se atrevían a recordarnos todavía lo hacían con prevención, mirando a uno u otro lado, cerciorándose de que no hay ojos u oídos al acecho. Bajito muy bajito.

Hoy en día pocos quedan que hayan tenido un conocimiento directo de nosotros y de los acontecimientos que vivimos. ¿cuántos de mis alumnos pueden estar con vida todavía?¿cuántos de mis verdugos?

Sin embargo, seguimos vivos, porque hay mucha gente que nos mantiene con vida. En su memoria, en los papeles, en la historia. Personas que nos rescatan y nos acercan a los nuestros, desvelando nuestro calvario y el de los nuestros.

Uno de ellos es mi hijo, que ha emprendido un largo viaje tras mi recuerdo. Buscando a su padre se ha encontrado consigo mismo. Su hijo, mi nieto, le acompaña en este camino. Buscándose a sí mismo se ha encontrado con su padre y su con abuelo. Con ellos, muchísimos más. Hoy sé que mi nombre no se perderá en la historia.

Me llamo Antonino Sanz Toscano, soy maestro, casado y con dos hijos, a pesar de haber nacido en 1911 todavía tengo 25 años. A pesar de que me mataron en 1936, todavía sigo vivo.

jueves, 30 de octubre de 2008

Recuperación del Cuerpo

Acta de enterramiento
Cinco años después del asesinato se recuperó el cuerpo de la fosa común.

Se le enterró junto a dos compañeros de los que nadie quiso hacerse cargo. Uno de ellos el médico Alfredo Siles Herrera. El otro no pudo ser identificado.


In memoriam

Publicado en la sección Cartas al Director de "El Día de Córdoba" el 26/08/2006
Después de 70 años es muy difícil encajar las piezas de la memoria, más cuando quienes podrían ayudar a configurar las distintas piezas del puzzle ya no están presentes para contarnos sus recuerdos, y cuando los pocos que tú aún conservas o intentas conservar, los has ido elaborando con ayuda de los testimonios de otros.

La madrugada de del 29 al 30 de Agosto se cumplen 70 años de la muerte de mi abuelo, Antonino Sanz Toscano, maestro. Asesinado en Posadas (Córdoba) junto a otros paisanos, pocas cosas nos van quedando de él en la memoria, sobre todo después de la muerte de mi abuela, aunque a ella le resultaba muy doloroso hablar del tema, y teniendo en cuenta que mi padre contaba con tan sólo seis meses de vida en esas fechas.

Pero, aunque son pocas las que aún conservamos, nos ayudan a evitar el olvido. Nos queda un nicho en el que tras largo tiempo mi abuela, Josefa Hidalgo, dio digna sepultura a su marido, tras rescatarlo de una fosa común, y, difícilmente, poder reconocer sus restos. Un nicho que comparte con un médico, que corrió su misma suerte, del que nadie, sólo ella, quiso hacerse cargo.

Nos quedan fotos, antiguas, con su imagen, en las que adivinamos sus ademanes, sus gestos, sus risas y sus esperanzas. También nos un queda un anillo, que hoy luce mi padre, y que “gracias” a alguien conocido entre sus verdugos pudo hacer llegar a su esposa cuando fue consciente de lo que le iba a ocurrir.

Y, además de llevar su nombre, a mi me queda el recuerdo de esas tardes en las que me sentaba junto a mi abuela, y veía el amor que emanaba de su ojos, cuando me hablaba de aquel hombre de 26 años, muy delgado, elegante, alegre culto, leal, inteligente, cariñoso, comprometido, noble, al que amaba con locura y que la correspondía con la misma intensidad, con el que compartía sueños, anhelos y esperanzas, que el tiempo destruyó.

Ese hombre que, delante de sus seres más queridos, fue sacado de un coche a empujones, humillado, conducido a unos calabozos, y, sin juicio, sin defensa, sin, ni siquiera, condena, fue asesinado y, una vez muerto, vuelto a humillar, dejado en una fosa común, de donde, como dije, pudo ser recuperado.

Nadie, evidentemente, pidió, ha pedido o pedirá perdón por aquello, incluso, hubo momentos que parecía, más bien, que debía ser al contrario. Y ahora, después de 70 años, lo único que, deseamos es poder conservar los recuerdos, evitar que se pierdan. No pretendemos, a estas alturas, escribir la Historia, lo que no queremos es que se olvide nuestra historia y se haga justicia a nuestra memoria. Antonino Sanz Toscano, in memoriam, en nuestra memoria.

Fdo: Antonino Sanz Matencio

El recuerdo de un hijo

Publicado en la Sección “Cartas al Director” del Diario Códoba el 14/01/2008

A la memoria de mi Padre, D. Antonino Sanz Toscano, Maestro Nacional, que fue fusilado en Posadas (Córdoba), en la madrugada del 29 al 30 de Agosto de 1936.

Cementerio, cementerio,
cementerio de Posadas,
cuantas muertes presenciaron
tus paredes encaladas

Cuantas vidas se quitaron
cuantas Madres enlutadas
querían matar las ideas
y les mataron el alma

no se podía pedir Justicia
no se podía hablar de nada

Los fusiles dispararon
su canción de muerte y plata
los hombres caían al suelo
muertos en la madrugada

Cementerio, cementerio,
cementerio de Posadas,

Luís A. Sanz Hidalgo
(Cumplía 6 meses de edad el mismo día que asesinaron a su padre)

30/08/1936 El crimen

Certificado de Defunción

Maestro en Sevilla

Certificado de toma de posesión
Abono de transporte


Maestro en Carmona

Certificación de Servicios Prestados

27 de Julio de 1935 El matrimonio

Certificado Literal de Matrimonio




La graduación III (Las tasas)

Abono de tasas de título

La graduación II (El Título)

Copia del Certificado de Estudios


La graduación I (La Orla)


Plan Moderno de Magisterio

Promoción de 1932